Centro asociado a:      

PRENSA

Encarar al mundo: ensayos y ensayistas en Valparaíso

Lucy Oporto, Pablo Aravena y Marcela Rivera reflexionan sobre el ensayo, sus posibilidades y la provincia.

Por Camilo Jorquera

Si nos remitimos directamente a los datos duros, en 2021 los ensayos correspondieron al 1,45% de la producción total con ciento veinte y cuatro títulos, según el informe de la Cámara Chilena del Libro. Al revisar los proyectos seleccionados en la línea de creación en el Fondo del Libro y la Lectura, podemos percatarnos de que apenas dieciséis son ensayos, de los cuales solamente uno fue adjudicado en Valparaíso.

Aquello son sólo estadísticas, porcentajes que poco o nada nos explican sobre la proeza de la palabra, la edición y la publicación de ensayos en la predominancia de la narrativa y la poética. Para comprender estas mecánicas, el desmenuzamiento de la realidad y la experiencia humana a través de la prosa que, como sentenció César Aira, «a diferencia del novelista, que se enfrenta con los temas del mundo por interpósito personaje, el ensayista los encara directamente», es que hemos conversado tres autores: Lucy Oporto, doctoranda en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, autora de La inteligencia se acrecienta en la nada (2016, Ediciones Inubicalistas) y He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza (2021, Katankura); Marcela Rivera, doctora en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte por la Universidad de Chile, quien recientemente publicó Lo que la mano da (2022, Mundana), y Pablo Aravena, doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Chile, autor de La destrucción de Valparaíso. Estudios antipatrimonialistas (2020, Ediciones Inubicalistas).

—¿Qué nos permite el ensayo sobre otras formas de la prosa?

—Lucy Oporto: A mí, al menos, el ensayo me ha permitido desarrollar intuiciones relativas al acontecer, tanto interno como externo, integrando imágenes y conceptos. En el ámbito filosófico, dichos elementos tienden a ser separados. Pero yo veo una continuidad entre ambos, como parte de un proceso de conocimiento de la realidad. Esto supone una introspección, así como un ritmo de concentración. Así, el ensayo, aunque no exclusivamente, permite integrar elementos, en vistas al desarrollo de una mayor capacidad de conciencia, siempre difícil de alcanzar.

—Pablo Aravena: Lo tengo muy claro, pero es difícil partir con algo que sonará a cliché: lo que permite el ensayo, a diferencia de otros géneros, es un gran margen de libertad. Seguramente en esta respuesta se refleja mi experiencia formativa, entre la historia y la filosofía, donde en la primera todo cuanto se podía decir o escribir debía aludir a las fuentes y, en la segunda, al recorte de historia de la filosofía que fuera necesario según lo exigiera el problema planteado. El ensayo, creo, no es el género de tal o cual disciplina, sino del pensamiento sin más. Quiere decir esto, entonces, que el rigor que se impone el ensayo es precisamente el de ir exhibiendo cómo se va construyendo ese pensamiento, junto con «lo pensado». Pero no se trata del género con que se «comunica» el pensamiento, sino el que en gran medida lo posibilita. Muchas de las cosas en las que he estado pensando en algún momento no toman forma sino hasta el momento de la escritura.

Marcela Rivera. Cedida por la autora.

—Marcela Rivera: Recuperando las resonancias del término essai con el que Michel de Montaigne titula sus escritos, donde reverberan los valores de «intento», «prueba», «experiencia», lo que esta forma de la prosa ensaya o tantea es, ante todo, una forma de experimentación del pensamiento enla escritura. La invención de un espacio de pensamiento que ya no puede prescindir de su compromiso con la forma —con la poética, la retórica, el estilo— requiere necesariamente de las potencias de la imaginación.  Por eso el ensayo es también una forma de imaginar, de inventar formas de acogida de lo real que no han sido exploradas en el lenguaje. Un modo de pensamiento por imágenes, que desestima las fronteras entre literatura y filosofía, pues entiende que, para pensar más allá de lo que se encuentra ya pensado, se debe dar vueltas a la lengua, aun a riesgo de balcucear en ella, de no saber bien dónde asentarse.

—¿Qué función le atribuye a la escritura de ensayos en tiempos de crisis?

—L.O.: Una función crucial, en cuanto registro no sólo de una determinada crisis, sino también de una reflexión en situación que, ante la urgencia, la confusión y la angustia, sea, al mismo tiempo, capaz de tener suficiente distancia del fenómeno en cuestión. Un modelo es la serie de grabados de Goya, Los desastres de la guerra, que plasma con realismo y horror la destrucción humana en medio de un conflicto bélico. Así, un ensayo escrito en tiempos de crisis puede ser un registro y un testimonio, capaces de aportar, con y desde un estilo, al desarrollo de la capacidad de conciencia, tanto de sus autores como de sus lectores futuros.

Lucy Oporto.

—P.A.: Tiendo a asociar la crisis con el acontecimiento, y si este es aquello que acaece sin que se pudiera deducir de sus precedentes, entonces la crisis es un tiempo en donde se suscitan fenómenos y situaciones que nos sorprenden, que nos causan perplejidad y no toleran ser tratadas con las recetas o procedimientos aprendidos; de aquí que la crisis se experimente como un «estar excedido». Todo se arrumba sobre nosotros porque no tenemos cómo darle un orden, pues el acontecimiento ha hecho estallar el sentido. Si esto es la crisis, el ensayo podría ser nada menos que el género propio de la crisis, aquel en que, por no pertenecer a un saber específico, se pueden introducir trazas de todos los saberes para «ensayar» un sentido, pues incluso cuando la propuesta pueda ser que estamos condenados a ya no poseerlo, tal afirmación, por suerte, es ya un sentido.

—M.R.: Si el ensayo tiene una función en los tiempos de crisis es por su capacidad de resistir a los usos dogmáticos del lenguaje, que suelen fecundar allí donde reina el miedo: el panfleto, la consigna, los discursos identitarios son formas de conjura frente a lo otro que no comprendemos y que se torna amenazante. El ensayo, contraviniendo esa apropiación simplificadora de la diferencia, se inclina por un pensamiento en movimiento, que no se parapeta en la fijeza de sus categorías. La búsqueda que subtiende al ensayo es siempre una manera de acoger en la imaginación otras formas de vida, de abrir rendijas donde la costra del hábito nos impide acercarnos a lo desconocido.

—¿Es posible pensar el ensayo fuera de las normas y los espacios de publicaciones académicas?

—L.O.: El ensayo implica largos procesos de decantación de experiencias, conceptos e imágenes internas. El mercado académico es una industria envilecedora que destruye la escritura y el pensamiento, al nivelar la identidad y el estilo de los autores en vistas a la producción en serie, funcional a los procesos de acreditación de las universidades, sin más. En consecuencia, el ensayo debe ser pensado como separado de esa industria a fin de preservar su identidad, como reflexión libre y en proceso, abierta a los fenómenos de la realidad, al diálogo y a nuevas elaboraciones, con documentación, imaginación y rigor. Pero una decisión así implica costos: quedar al margen de esas mediciones y clasificaciones con vistas a mejores expectativas laborales y profesionales.

—P.A.: Es extraña la pregunta, pues pienso que el ensayo es (o era) el modo de escritura en que la gente que se dedica a la academia sale de ella. El que hoy liguemos la producción ensayística principalmente a la academia, o a gente que proviene de ella, puede ser el síntoma de que las actividades de las que provenían, tiempo atrás, una buena cantidad de autores y autoras (la política, la prensa, la educación e incluso la religión) han entrado en una dinámica muy distinta a la de antes. Es posible que tenga que ver con que en estos ámbitos ya no sea posible el «detenerse». No quiero decir que en la academia ello sea posible, sino sólo que es «aún posible». Si se trata de escribir, es más seguro y rentable escribir papers, por lo que «salir» con el ensayo implica algún riesgo y gratuidad, algo que tampoco quiero hacer pasar como una pequeña épica, pues lo hacemos gente que, por lo general, vive bastante segura comparado con el grueso de la población chilena.

Pablo Aravena.

—M.R.: Me parece que el ensayo se piensa siempre más allá o en el borde de ese marco, porque se trata de una prosa del pensamiento que pone en entredicho la fijación de una norma, de un estándar para la escritura intelectual. En el ensayo, los automatismos letárgicos de la vida académica son invitados a desperezarse, toda vez que se trata de una escritura que busca romper con aquello que encorseta nuestras posibilidades de pensar: los estándares, el canon, la primacía del método, la autoridad del formato, el valor de la indexación. El ensayo abre una trinchera frente al academicismo y al régimen de lo tético que en él impera: no produce tesis, no genera fórmulas conclusivas; más aún, a través de la ironía, de la digresión, de una forma de sumergirse en la biblioteca que toma distancia del discurso llamado serio y se ejercita en el arte imaginativo de las correspondencias y las asociaciones, este modo de escribir inventa un espacio otro, una escena de pensamiento completamente diferente. Para nuestra suerte, aún existen en el contexto universitario ejercicios editoriales resistentes al imperio de lo idéntico. Y cada vez hay más editoriales independientes, fuera de las instituciones académicas y de los sellos editoriales con lógica de mercado, editoriales a las que «les gusta ensayar», como dice Mundana en su presentación. 

¿Cuáles son sus apreciaciones en cuanto a publicar y trabajar con editoriales de provincia?

—L.O.: Tales iniciativas son de enorme valor pues, al estar menos burocratizadas, otorgan un espacio a escrituras con escasa difusión. Y que sean de provincia supone un cierto elemento identitario propio de esos lugares. Parece haber un auge en la búsqueda de autores chilenos de otras épocas: poetas, cronistas, representantes del pensamiento conservador, ensayistas y académicos de tiempos en que se escribía con una libertad imposible bajo el actual formato del artículo científico.

—P.A.: Autores y editoriales de provincia nos buscamos mutuamente. Es muy difícil como autor local publicar en una editorial capitalina o internacional, y aún más difícil que un autor de la capital quiera publicar en una editorial de provincia. Cuando uno hace una vida de provincia está muy lejos de donde pasan las cosas, fuera de los círculos por los que se puede acceder a editoriales más grandes que aseguren mayor visibilidad y circulación y que, por lo demás, no están dispuestas a correr demasiados riesgos, más bien movidas por el mero rentar. Es decir, que en provincia se está condenado a ser «under» sólo por vivir fuera de Santiago, pues he visto intelectuales de calidad incuestionable, que publicaron en Europa en editoriales serias, una vez acá no tienen posibilidad más que en las editoriales locales. Habría que decir también que por acá se dan situaciones y sentimientos inconfesables: autores que hacen cualquier cosa por ser publicados por una editorial importante y editoriales locales que mendigan textos de algún autor grande (muy patético todo siempre, cuando les resulta y cuando no). Lo otro es asumir y comprender que lo importante es sencillamente escribir y, por otra parte, editar. Porque, siendo evidente que aquí nadie lucra, lo que sostiene la actividad en provincia es la necesidad de escribir (que es el lado visible de otras necesidades) y el gusto de hacer libros, de imaginarlos hasta que llega el momento de tenerlos en las manos.

—M.R.: Mundana, que acaba de publicar mi ensayo Lo que la mano da, es una editorial de provincia. Creo que desde ese ángulo descentrado de la capital se escucha mejor lo que se pone en juego en ese amor al ensayo que su proyecto editorial declara. Las editoriales de provincia, por otra parte, están en la misma posición de trinchera que el ensayo: deben imaginar posibilidades que no están previamente trazadas, armarse desde el riesgo, aventurarse. Por eso, publicar y trabajar con editoriales de provincia puede constituir un espacio más propicio y generoso para que emerjan ejercicios de escritura que divergen de los círculos convencionales.

(*) Fotos de Kika Francisca González.

https://www.baj.cl/plataformacritica/2022/08/17/encarar-al-mundo-ensayos-y-ensayistas-en-valparaiso/

 

Universidad de Valparaíso

Facultad de Humanidades y Educación

Instituto de Historia y Ciencias Sociales

  • Secretaría Docencia:  Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

  • Secretaría Dirección: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.