La palabra disidente significa, entre otras cosas, separarse de la conducta común. Y a nivel sexual lo común para una mujer de la Castilla medieval era no tener sexo fuera del matrimonio y que su orientación sexual fuese heterosexual. Eso la hacía una buena mujer ante Dios y ante la sociedad. Pero eran muchas las que se salían de ese camino, convirtiéndose en lo que podríamos llamar disidentes sexuales. Ellas eran solteras que debían ser vírgenes pero que tenían una vida sexual activa, adúlteras, prostitutas y lesbianas. También entran en este grupo de disidentes quienes las ayudaban a seguir con su vida sexual incorrecta como las mujeres que preparaban anticonceptivos y abortivos, las que sabían de magia amorosa, las que hacían de intermediarias entre las parejas, prestaban o alquilaban lugares discretos para los encuentros sexuales o simplemente callaban lo que veían. Y aunque apenas aparecen en las fuentes, las mujeres hermafroditas, las trasvestidas y las trans también pertenecen a este grupo y merecen un espacio. De todas ellas se hablará, fijándonos no solo en quiénes eran y por qué eran disidentes, sino también en cómo era su vida